¿Pueden los robots ayudar a mejorar la salud mental mejor que las personas?
¿Pueden los robots ayudar a mejorar la salud mental? ¿Pueden incluso hacerlo mejor que las propias personas? Si la respuesta fuese que no a ambas preguntas, esta entrada del blog simplemente no existiría.
La pandemia del covid-19 está siendo uno de los momentos más estresantes de nuestra historia reciente. Y eso está afectando negativamente a la salud mental de la mayoría de la población tanto en su trabajo como en su vida familiar.
Seguro que te suena, ¿verdad?
Pues resulta que la multinacional Oracle, una empresa americana de tecnología para los que no lo sepan, ha hecho un estudio preguntando a 12.000 de sus empleados, con edades comprendidas entre los 22 y lo 74 años, en más de 10 países si la pandemia ha aumentado su estrés, su ansiedad y su nivel de cansancio. El 70% respondió que sí, más que nunca. Y el 85% de ellos que esos problemas mentales les había afectado a su vida familiar. También reportaron que se sentían un poco más resilientes. Hasta aquí nada nuevo.
Sin embargo, y aquí viene lo curioso del estudio, demandaron más tecnología para ayudar con sus problemas mentales. La tecnología colaborativa para teletrabajo está muy bien: el 75% dice que eso les ha ayudado en su trabajo pero no con su salud emocional. Sorprendentemente un 82% estaría dispuesto a hablar de sus problemas mentales con un robot antes que con un especialista humano. ¿Y tú? ¿Piensas lo mismo?
Las razones son menos sorprendentes que el dato en sí. La mayoría piensa que hablar con un robot les da tranquilidad porque el robot está libre de prejuicios y les dará una salida más imparcial. También creen que será más rápido obtener las respuestas que necesitan.
Otro dato es que un 68% hablaría antes con un robot que con su jefe sobre sus problemas de ansiedad o estrés.
No sabemos aún hasta qué punto esas creencias pueden ser reales o pueden ser expectativas superiores a lo que la tecnología puede ofrecer hoy en día, básicamente porque no se están utilizando robots en ese sentido de forma habitual. Es algo incipiente.
El estudio es representativo por la cantidad de encuestados y la diversidad demográfica. Los problemas de salud mental son una realidad que no pueden ser ignorados. Los empleados de las empresas demandan a sus empresas que se ocupen de este asunto. Y las empresas deberían ocuparse por el impacto que ello provoca en la productividad de sus trabajadores. Algunas de ellas ya han tomado nota y se han puesto en marcha.
Si es importante a nivel laboral, ¿no debería ser igual de importante a nivel familiar y educativo?
La realidad es que la pandemia nos ha demostrado que la mayoría de las personas adolecemos de suficientes herramientas para luchar contra las adversidades que afectan a nuestra salud mental. Nunca nadie nos enseñó a desarrollar habilidades para la vida. Ni tampoco se está enseñando a las nuevas generaciones. Y lo sufren igual que los adultos. Quizás más porque la presión laboral con la que van a tener que convivir será mayor debido al progreso tecnológico.
En la vida prevalece el cuidado del cuerpo sobre el de la mente. A los 5 años ya sabemos cómo atarnos los zapatos, cómo ponernos una tirita si nos hacemos una herida o como mantener una buena higiene dental. Pero, ¿qué sabemos de la higiene emocional? ¿Qué enseñamos a los hijos sobre ello? Nada.
¿Por qué dedicamos más tiempo a la salud física que a la salud mental?
Diariamente tenemos alguna pequeña o gran lesión psicológica como por ejemplo el fracaso, la soledad o el rechazo. No le damos importancia. Bueno, solo está en tu cabeza, piensa en otra cosa y se te pasará, solemos decir. Pero si te rompes una pierna no dices, oh, solo está en tu pierna, sal a caminar y se te pasará.
El otro día, la farmacéutica de forma inocente le dijo a una clienta que no conocía que de cuantos meses estaba embarazada. La cliente sonrojada dijo que no estaba embarazada. Suficiente para lastimar su autoestima. La acababan de llamar gorda. Y, encima, en público. ¡Tierra trágame¡ debió pensar. Compró lo que necesitaba y se fue pensando probablemente que estaba mucho más gorda. Seguramente estuvo más tiempo del que debería dándole vueltas. Es un caso real. Estoy seguro que alguno parecido habéis visto o sufrido.
Solemos pensar en negativo ante este tipo de reveses. Es un hábito generalizado salvo raras excepciones. En general, no tenemos una actitud positiva ante las lesiones que afectan al fracaso, a la autoestima, a la confianza. No las tenemos porque no sabemos y nunca nos hemos preocupado de aprenderlo.
No es algo importante. No se da en el cole ni en la universidad. Ni siquiera vemos a los psicólogos como verdaderos médicos. Solo vamos cuando no queda más remedio, y ni por esas. Eso no lo hacemos con una caries y el dentista.
Cambiar nuestras respuestas ante esas agresiones mentales nos hace fortalecer nuestra resistencia emocional y mejora la calidad de vida. No es tan difícil. Pero debemos comenzar a cambiar nuestra actitud y prioridad ante este tipo de problemas. No somos conscientes del daño que podemos estar evitándole en el futuro a nuestros hijos. Y a nosotros mismos.
Y siendo tan importante, ¿por qué no enseñamos a nuestros hijos a tener higiene mental o emocional?
La respuesta fácil es porque no sabemos. La difícil es porque no le damos la importancia que tiene hasta que no se convierte en un problema para los demás. Cuando alguien llama a tu hijo raro, cuando dicen que no se relaciona, cuando molesta en clase, cuando es violento, cuando sufre la violencia de otros, cuando no se integra, cuando no saca buenas notas,… Muchas de estas situaciones tienen su origen en la higiene emocional. ¿Y qué hemos hecho hasta ese momento? Nada, porque no sabíamos que teníamos que hacer algo.
No solo vale quererlos mucho para evitar que tengan una caries. Hay que enseñar a tener higiene bucal y dedicarle tiempo todos los días para que aprenda a cepillarse los dientes después de las comidas hasta que adquiera el hábito y desarrolle esa responsabilidad para consigo mismo. Pero eso no lo hacemos con la higiene emocional, y deberíamos porque lo va a necesitar todos los días de su vida. Su calidad de vida lo agradecerá.
Y los robots, ¿qué pintan en todo esto? ¿Son útiles?
Pues pintan lo que los humanos queremos que pinten. El estudio de Oracle dice que nos sentimos más cómodos hablando con un robot porque no tiene prejuicios. Y el qué pensarán sobre mí es algo que nos afecta mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. No nos gusta que nos rechacen ni que nos señalen.
Y a los niños tampoco. Y a los adolescentes menos. Y si no que se lo pregunten a alguien que haya subido un vídeo a Tik Tok y no esté ansioso por aumentar el número de lilkes y seguidores.
Los robots no sustituyen a las personas, pero son buenos a la hora de superar ciertas barreras en temas de higiene emocional. Lo sabemos por experiencia propia. En uno de los colegios que utilizan nuestros robots, supuestamente uno de los niños estaba siendo acosado. Durante varios meses el terapeuta del cole intentó ganarse la confianza del niño para que le contase el problema sin éxito. En solo una sesión con nuestro robot, el niño le describió con todo lujo de detalles su problema. Nuestro robot desbloqueó una situación que se estaba volviendo crítica y ayudó al terapeuta a realizar mejor su trabajo identificando la causa del problema y trabajando en su solución.
No es que los robots resuelvan nuestro problema. Es que los robots pueden ayudar a que hablemos de ese problema sin la ‘vergüenza’ de tener que contárselo a otra persona exponiéndonos al qué pensará. Y eso puede es más que suficiente. Pedirle más a un robot es pedirle algo que a día de hoy está fuera del alcance de la tecnología. Y, también, a día de hoy, sería pedirle a un robot que se entrometa en el terreno de lo humano. Y ésa no es su función.
No esperamos a tener caries para cepillarnos los dientes ni para aprender a cepillarnos. Por tanto, no esperemos a tener problemas de salud emocional para preocuparnos. Ayudemos a los niños a desarrollar sus habilidades para la vida. Y si con robots les ayudamos, pues bienvenidos sean. No somos peores personas ni queremos menos a nuestros hijos por utilizar tecnología para ayudarnos a mejorar como personas, aunque tengan forma de humanoide.
Hace 100 años la gente empezó a practicar la higiene personal y la esperanza de vida se incrementó un 50%. En Aisoy creemos que mejorando la higiene emocional podremos conseguir resultados similares y además mejorando nuestra calidad de vida. ¿Te imaginas un mundo con menos soledad, menos depresiones, mayor capacidad para afrontar el fracaso, mayor nivel de autoestima y confianza? Nosotros sí. Creemos en un mundo así y por eso creamos robots que nos ayuden a conseguirlo.